Ya todo es Bicentenario: el Circuito Bicentenario, la Torre Bicentenario, la canción del Bicentenario… seguramente ustedes están hartos, igual que yo.
Pero mi hartazgo va más allá del anuncio del gobierno federal que dice “eres la desidia que no te deja crecer” (frase que después editaron). En lo personal, más que orgullo, esa campaña publicitaria me provoca pena, enojo y tristeza porque pareciera que estamos festejando algo vacío y sin sentido.
¿Cuál Bicentenario de la Independencia? Ahora más que nunca dependemos de China y de Estados Unidos. ¿Dónde quedó la grandeza de este país? Nuestra generación se acostumbró a que lo normal es la pobreza, la violencia, el desempleo, la corrupción, la desigualdad. Es esto, lo cotidiano, lo que me harta mucho más que un festejo trivial y adulterado.
Fue entonces cuando decidí buscar un significado más sustancial del Bicentenario, y pensé: ¿cuál independencia festejamos, la que tuvimos o la que queremos? Tal vez nunca seamos primer mundo, pero sí queremos un país independiente, autosuficiente, sustentable, justo y digno. Exijamos un gobierno responsable, pero seamos cooperativos, como lo hemos sido en los momentos más difíciles.
Algo que sí me enorgullece celebrar es la capacidad que ha mostrado nuestra gente para organizarse y reaccionar ante las emergencias, como en el terremoto del 85. O el levantamiento de un grupo de obreros ante los abusos de un mal patrón. Sólo que esta catástrofe de injusticia y malos gobiernos demanda una reacción más contundente y una mejor organización.
Sólo nosotros podemos cambiar todo lo que está mal, una cosa a la vez… pero en esta ocasión, dejando de lado los intereses particulares de unos cuantos, que llevaron al país a su situación actual. ¿Es mucho pedir o vamos a “ser la desidia que no nos deja crecer”?
Queremos independencia, de nosotros y para nosotros. ¡Viva México, cabrones!
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