Fuente: Periódico El Universal, 7 de julio de 2011.
Millones de toneladas de basura tecnológica (e-basura) se generan cada año en todo el mundo, sin que los gobiernos ni los fabricantes ni los usuarios sepan qué hacer con ellos.
“El futuro ya nos alcanzó en el 2010 sin que estemos preparados para subirnos al tren de la tecnología y sin que sepamos qué hacer con sus desperdicios, que crecen a un ritmo acelerado”, dice la doctora Lucía Andrade Barrenechea, académica de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM, y especialista en informática administrativa.
Debido a la corta vida de los bienes electrónicos, el volumen de esta chatarra, que representa entre 1 y 5 por ciento del total de la basura producida en el mundo, sigue creciendo.
“Hasta ahora, los países desarrollados sólo se han dedicado a convertir fronteras y países en desarrollo en tiraderos de basura tecnológica”, afirma la especialista universitaria.
Citó un caso: según un reporte de la Convención de Basilea, tratado internacional que se encarga del comercio mundial de los residuos tóxicos, entre 50 y 80 por ciento de la chatarra electrónica recolectada en EU para el reciclaje termina en algún país de Asia, donde algunos de sus componentes se venden y otros que son contaminantes van a parar a ríos y campos.
En muchos países, como México, los desechos electrónicos constituyen un grave problema cuya solución debe ser inmediata y urgente, porque podría derivar en poco tiempo en un desastre ecológico”, indica Andrade.
Sin duda, la cultura de lo no retornable acentúa este problema, pues muchos componentes de los aparatos electrónicos que se venden en el mercado no se pueden reciclar.
A diferencia de otras industrias, donde la contaminación ocurre durante el proceso de fabricación, en la industria de las tecnologías de la información el principal contaminante es el producto final en desuso.
“Una sola batería de cadmio desechada, por ejemplo, basta para contaminar 600 litros de agua.”
Sin embargo, como toda basura, los desperdicios tecnológicos (línea blanca: refrigeradores, hornos de microondas, lavadoras; línea marrón: televisores, videos, grabadoras, equipos de música…; y línea gris: computadoras, celulares, bipers…) tienen un potencial económico, ya que varios de ellos se pueden comercializar.
Para eso, Andrade propone aplicar el tratamiento de las tres erres (reducir al máximo la producción de residuos; reutilizarlos; y reciclarlos) a la basura de línea gris, sobre todo, que de los desperdicios tecnológicos es la que más se genera por la acelerada obsolescencia de los bienes informáticos.
“De un teléfono celular, cuya esperanza de vida útil es de dos años, en promedio, puede aprovecharse 90 por ciento de sus componentes.”
Si bien el consumidor tiene la responsabilidad de deshacerse de manera apropiada de la chatarra tecnológica, las empresas fabricantes deben facilitarle el proceso y garantizar que los residuos tengan un final adecuado. Esto, sin embargo, ocurre aisladamente.
Pocas empresas fabricantes de tecnologías de la información se están haciendo responsables de aplicar el tratamiento de las tres erres. Por eso, Andrade exhorta a promulgar leyes y regulaciones ecológicas.
“Es importante, además, que el acopio de e-basura no sea un acto voluntario sino obligatorio de las empresas, como sucede en Argentina, España y otros países”, añade (Fernando Guzmán Aguilar).
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1 comentario:
entonces... donde puedo tirar los equipo de computo que ya no sirven. ustedes tienen algun telefono, el reportaje esta incompleto.
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